Creo que no fui realmente
consciente de que el curso empezaba hasta que me di cuenta de algo: los
anuncios de la famosa vuelta al cole salían en la tele más que nunca y mi mente
comenzaba a maquinar.
Mentiría si dijera que no se me
ocurrieron mil escenarios a cada cual más raro y singular. Desde perderme en el
camino de ida al colegio(confundiendo el número de autobús) hasta tropezarme y
caerme al suelo nada más llegar.
Si, también planeé mi ropa días antes
(como hizo medio colegio) e incluso quise comprarme una nueva funda de móvil
para que no se viera mi antigua y maltratada carcasa .
Pero los nervios me atacaron
cuando subí al autobús y recordé que el año pasado, yo sólo tardaba 5 minutos
en llegar y que me sentía como” Pedro por su casa “ ya que conocía a mis
compañeros desde los 3 años .No había presentaciones ,silencios incomodos o
nervios ante lo que se avecinaba. Entraba por la gran puerta verde que daba al patio, saludaba a las monjitas que siempre estaban allí y que incluso me
habían dado de comer cuando era pequeña y subía a mi clase donde mis mejores amigas me
esperaban con un asiento libre a su lado y una mueca graciosa. Ya estábamos preparadas
para empezar.
Pero este año no sería asi.Habia
pasado de no necesitar ir el primer día ya que me sabia los discursos del
director del derecho y del revés a casi tener que llevar una agendita con un
bolígrafo y estar pendiente de hasta quien tosia.Ya no era una veterana, sino
una novata.
Y así me sentí cuando el primer día, en el salón de actos, vi como algunos se saludaban con abrazos y como algunos
grupos de gente caminaban decididos. Oía gritos de gente saludándose a
lo lejos y risas emocionadas por los reencuentros. Yo en cambio, me sentí como
cuando en primero de infantil mis padres me dejaron en una clase rodeada de
desconocidos y aterrorizada.
Decidí ser optimista y armándome
de valor, seguí al grupo escaleras arriba donde me esperaba mi clase. Nada más
entrar vi que el número de chicos era superior al de chicas y como una de ellas
me saludó sonriente con la mano
animándome a que me acercara a ella y a su amiga. En ese momento me sentí salvada.
De ese primer día de colegio, salí
con dos ideas en la cabeza: la primera fue que ya había conocido a dos
chicas con las que me relacionaría al principio y la segunda, que tendría que ser
un poco más abierta si quería conocer a los que iban a ser mis compañeros todo
el año y con los que compartiría esta nueva experiencia.
Mi primera impresión fue buena.
Sentí que como en todas las clases, había un poco de todo y con el paso de los
días pude confirmarlo. Había gente divertida, propensa a las bromas, otros más callados, tímidos…
Decidí que lo mejor era sonreír y
me lo planteé como una nueva aventura que estaría cargada de cosas nuevas,
buenas y no tan buenas. La verdad es que me siento a gusto con mis compañeros y
espero que al final sea un gran curso.
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